Monday, June 29, 2009

El Poder y el Fraude: ¿Por Qué la Gente no Aprende?

En Junio de 2009, la Dra. Antonia Coello de Novello se declaró culpable por defraudar a la ciudad de Nueva York, al utilizar empleados de la ciudad que estaban bajo su supervisión para que hicieran trabajos personales. Se estimó el costo en $48,000.00. De origen puertorriqueño, Coello fue la primera mujer nombrada Cirujano General en los Estados Unidos. Ahora la doctora tendrá que restituir el dinero, pagar una multa y realizar trabajo voluntario en una clínica de dicho estado.

Este caso me acordó otro que viví muy de cerca, cuando era empleada de Advanced Community Health Care, mejor conocido como Instituto del SIDA de San Juan, Puerto Rico. Hace diez años, en 1999, el gobierno federal culminó la primera fase del caso, en el cual resultaron convictos por malversación de fondos la administradora de la institución, su oficial de personal, un médico, un senador, y el custodio de la propiedad del Instituto. Una de las personas convictas fue la licenciada en farmacia Jeannette Sotomayor, mi supervisora directa.

El 19 de octubre de 1992 comencé mis funciones en el Instituto del SIDA de San Juan. En ese momento era una empleada temporera que cubría la licencia por maternidad de la secretaria de la administradora del centro de salud. Al vencerse mi contrato como temporera, había surgido un puesto permanente con el Instituto, para el cual yo cualificaba, y se me hizo un nombramiento. Nunca tuve quejas sobre la licenciada Sotomayor como supervisora. Ella respetaba mi trabajo y me dio oportunidades de crecimiento. Como supervisora, exigía que cada empleado cumpliera con sus responsabilidades; era accesible y motivadora. Sobre sus actividades ilegales, sólo puedo comentar lo que todo el mundo ya sabe, lo que es de conocimiento público, porque salió en todos los medios de prensa. Esas cosas las mantuvo muy ocultas.

El Instituto que yo conocí

El Instituto del SIDA ofrecía cuidado de excelencia a pacientes VIH positivo y con sida. A principios de la década del 90 las personas infectadas con VIH tenían un pronóstico muy difícil. Pronto entraban la etapa 4, con sus tristes consecuencias: toxoplasmosis cerebral, cáncer por Sarcoma de Kaposis, candidiasis esofágica, pulmonía por pneumocistis carinii e, incluso, tuberculosis. Eventualmente, los pacientes morían a causa de las complicaciones del sida. Hoy día, gracias a Dios y los avances de la ciencia, el sida se considera una condición crónica para la cual existe un sinnúmero de tratamientos y alternativas. Me siento honrada de haber presenciado junto a tantos pacientes la evolución en los tratamientos. Al día de hoy, los pacientes con VIH incluso llegan a tener una carga viral indetectable si siguen el tratamiento al pie de la letra.

El Fraude en el Instituto del SIDA

Gran parte de los servicios ofrecidos por el Instituto del SIDA de San Juan eran sufragados por fondos combinados, tanto estatales como federales. Los fondos federales provenían de propuestas (grants) del gobierno de los Estados Unidos que financiaban el cuidado directo a los pacientes médico indigentes de VIH/sida. Precisamente, las acusaciones por malversación de fondos en el Instituto serían tanto a nivel local como federal.

Localmente, la Oficina del Contralor de Puerto Rico emitió un informe poniendo al descubierto que la administradora del Instituto había estado pagando con dinero público a su empleada doméstica personal. Esta auditoría cubrió los periodos de 1987 al 1999. El informe, que se puede encontrar públicamente en internet, establece que: La Oficial de Personal de Advanced otorgó [a una dama] un contrato de trabajo de Encargada de Mantenimiento con un sueldo mensual de $650. Dicho contrato indicaba que la empleada prestaría servicios en el Instituto del Sida, no obstante la empleada, durante el mencionado período, prestó servicios como empleada doméstica en la residencia de la Gerente de Operaciones (Lcda. Jeannette Sotomayor). Su horario de trabajo era de 8:00 a.m. a 4:00 p.m. de lunes a viernes.

Sin embargo, ya en mayo de 1997 ya el Departamento de Justicia Federal había radicado acusaciones criminales por malversación de fondos, contra la oficial de personal, la licenciada Sotomayor, el presidente de la Junta de Directores y un senador del Partido Popular Democrático. Desde 1987 hasta 1994 el Instituto recibió fondos federales ascendentes a 40.6 millones de dólares, muchos de los cuales se desviaron para sufragar las campañas de algunos políticos de Puerto Rico. El juicio culminó en 1999, cuando los culpables fueron sentenciados a cárcel y/o probatoria. Lo triste e incomprensible de toda esta situación es que las personas encargadas de administrar los fondos que pudieron haber alargado muchas vidas y darle calidad a los pacientes enfermos usaron el dinero para cosas tan innecesarias como lo es asegurar poder a políticos.

Casos Parecidos

A pesar de que el caso de la doctora Coello es de menor escala, en términos monetarios, lo cierto es que tiene similitud con el caso de la administradora del Instituto del SIDA, la licenciada en Farmacia Jeannette Sotomayor. En ambos casos se utilizaron fondos públicos para que empleados realizaran labores de carácter personal para sus supervisoras. Estoy segura que la doctora Coello tuvo conocimiento del caso del Instituto del SIDA, pues fue una noticia aquí en Puerto Rico y en los Estados Unidos. Aún así, ella también cruzó la línea que hay entre lo que deben ser las funciones de un empleado y lo que son tareas personales.

Ambas mujeres, la doctora Coello y la licenciada Sotomayor tienen mucho en común. Ambas tienen estudios superiores y son mujeres muy cultas. Son inteligentes y tienen un título profesional que le garantizaría cierto estatus social y profesional a cualquiera. Ninguna de las dos tenía necesidad de usar dinero ajeno para pagar a sus empleados domésticos, ni para asignarles a sus empleados oficiales tareas personales. La acción de pedir a empleados de la oficina que carguen muebles durante una mudanza o llevar familiares al médico parece algo de menor importancia, pero no lo es. Sucede que, a ambas, esta práctica las llevó a perder todo lo que con tanto trabajo construyeron: su integridad personal y profesional, además de la vergüenza que representa para sus respectivos cónyuges y familiares.

Las malas decisiones definitivamente tienen malas consecuencias.

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